Gestar y Parir

Leonie es una maga para mí.
Llegué a ella sin buscarla – como las mejores cosas que me han pasado en la vida –
gracias a dos mujeres sabias que quiero con todo mi corazón.
Estaba embarazada de mi segundo bebé y quería – ahora sí – poder hacer un parto
en casa. Con mi primer embarazo, tuve la voluntad y deseo de hacerlo así, pero los
miedos de primeriza y voces externas tuvieron mayor cabida, así que decidimos
hacerlo en una clínica. No puedo quejarme porque fue una experiencia positiva,
tengo buenos recuerdos, y a pesar de estar en un territorio médico y algunas
cuestiones que no me encantaron, se respetó lo más que se pudo mi voluntad.
Pero para esta segunda oportunidad, luego de haber vivido lo que es un parto, y
con plena confianza en mí, en mi bebé y en la vida misma, estaba convencida que
quería e iba a hacer un parto en casa. Quería tener un parto donde el espacio, el
tiempo y cada detalle sea vivido intensamente y protagonizado por nosotros; con la
firme certeza que este es un acontecimiento natural.
Cuando conocimos a Leonie, entramos rápidamente en sintonía. Desde la primera
consulta, mi esposo Franko y yo no sólo hicimos “click” con ella sino que en ese
primer encuentro ingresamos ya mismo a esa zona profunda, salvaje y vulnerable
que gira entorno a la llegada de un ser humano a una familia, al mundo. Luego de
ese primer encuentro, ya estábamos todos en relación y embarcados en el viaje.
Narrar el desarrollo de mi embarazo daría para escribir un libro entero pues – inicio
de pandemia y cuarentena incluidas – transité por diversas emociones,
incertidumbre, cerrando etapas y preparando la tierra para la llegada de mi semilla.
Ser acompañada por Leonie en toda esta expansión y transformación es lo mejor
que me pudo pasar. Ella fue mi partera, mi terapeuta, mi nutricionista, mi
terapeuta de pareja, mi confidente, mi amiga, mi maestra. ¡Y lo sigue siendo! Todo
ese trabajo maravilloso y acompañamiento me empoderó para el Gran Momento.
Inclusive 2 meses antes de dar a luz, con una infección urinaria – identificada por
ella por teléfono – y una fuerte anemia no le di cabida al pánico, gracias a la calma
y confianza que ella siempre me transmitió. Rápidamente pusimos en marcha
diversas acciones para revertir esta situación y así fue. Iba sintiéndome feliz y
cómoda con cada paso.
Cada vez más cerca al parto, iba fortaleciéndome, y con gran ilusión aguardaba el
parto, mi parto, en casa. Sabía que todo estaría bien; tenía muy buenas

condiciones para ello, pues todo el proceso de monitoreo había sido muy riguroso
con Leo y yo sentía que estaba lista para recibir a mi bebé.
Me parece fundamental esa convicción y confianza que una coloca en su partera y
sobre todo en una misma. Es una confianza y sensación profunda que he sentido
en momentos muy importantes de mi vida, donde sueltas el control y confías. Y
estás tranquila sabiendo que todo va a resultar como tiene que ser; has puesto
todo de tu parte para que así sea. Donde se le baja el volumen a la racionalidad, las
probabilidades, los miedos, los resultados, los números, los análisis y grandes
etcéteras de donde estamos acostumbrados a transitar todo el tiempo. Y más bien
se le sube el volumen al corazón, pues arde una profunda convicción, amor,
merecimiento, libertad, confianza y entrega a la vida. Cuando siento esa conexión
tan profunda, entonces ocurre la magia.
Y así fue el parto. Una magia absoluta. Todo sucedió tan rápido. Las contracciones
me habían acompañado durante el día, pero sabía que – aunque anunciaban que el
parto estaría cerca – tendría tiempo para descansar y prepararme con calma.
Inclusive salí a caminar al parque con mi mamá y mi amiga Ceci. Cuando volví a
casa, las contracciones ya estaban muy fuertes, todo se empezó a desencadenar
muy rápido. Logré comer algo, bañarme y concentrarme en sostener las
contracciones. Había preparado en la mañana el espacio con mucho amor. Tenía mi
altar con objetos y frases de las mujeres de mi vida que me habían enviado
previamente dándome fuerzas e inspiración para este momento.
El proceso fue muy rápido, preciosamente veloz; como las estrellas fugaces. Leonie
y Andrea llegaron en el momento preciso para acompañarme en este trance. Yo
estaba totalmente conectada con mi ser mamífera trabajando las contracciones
que avanzaban a pasos agigantados. Sentía que me transformaba en un animal, iba
llegando a un clímax; las contracciones y el dolor traían muchísima intensidad y yo
transitaba por sensaciones jamás experimentadas. Despertaba la memoria, esa que
guardamos todas las mujeres en nuestras células de cómo parieron nuestras
abuelas, nuestras ancestras.
De pronto me encontré ya en cuclillas rendida ante el misterio de la vida; estaba en
comunión con lo salvaje y lo divino. Estaba envuelta en un rombo de amor y fuerza:
Franko adelante sosteniéndome de los antebrazos dándome su fuerza, Leonie
detrás de mí lista para recibir a mi bebé que se abría paso para nacer, y mi mamá y
Andrea cada una a mi lado dándome su amor y aliento.

Narel nació esa noche de julio, envuelta en agua y llena de vida. Fue algo
indescriptible. No sabría qué palabras utilizar para poder transmitir lo que
experimenté en esos momentos. Mi hija hacía su entrada estelar a este mundo, a
esta familia. Mi cuerpo explotaba de amor. ¡Qué dicha! ¡Qué bendición tan
inmensa! Todo se llenó de Felicidad. El tiempo se detuvo.
Valoro muchísimas cosas de poder hacer un parto en casa, la lista es larga. Pero
una de las más importantes para mí, es la intimidad. Poder tener el calor e
intimidad del hogar en este momento trascendental no tiene precio. Luego que
Narel nació y Leonie verificó que todo estaba muy bien, nos quedamos los 3 solos.
(Re)conociéndonos. Mirándonos. Sonriéndonos. Besándonos. Luego entró Joaquín,
mi hijo mayor. Estábamos los 4 juntos en la cama abrazados disfrutándonos. Cómo
no ser feliz y estar tan agradecida con esta vida. Estos momentos quedan tatuados
en lo más profundo de mí.
Leo y Andrea se quedaron a dormir para poder acompañar al día siguiente nuestra
evolución y revisar que todo se desarrolle dentro de lo normal. Volvieron también a
los pocos días y a la semana para hacerme una técnica andina maravillosa llamada
Waltasqa. Fue potente, una caricia al cuerpo físico y mental después de tamaño
despliegue. Me sentí totalmente renovada a través de este ritual con plantas,
masajes y emplastos.
Parir es salvajemente precioso. Nunca en mi vida he sentido que mi cuerpo, mi
mente y mi alma hayan llegado a tal estado de ebullición. Sentirse atravesada por
la naturaleza de esta forma para traer a la vida a tu creación, es muy mágico. Algo
así como que lo humano es sobrepasado por lo divino. Agradezco demasiado el ser
mujer y tener la inmensa oportunidad de gestar la vida y poderla traer a este
mundo. No hubiese podido encontrar mejor persona que Leo para que nos
acompañe a atravesar tremendo rito de pasaje. Como dije al inicio, ella es una
maga para mí. Siento que tendremos una relación para el resto de la vida… ¡y las
próximas!

“Si queremos crear un mundo menos violento donde el respeto y la gentileza
reemplazarán el miedo y el odio, debemos comenzar por la manera en que
tratamos el comienzo de la Vida. Porque es en ese momento que se instalan

nuestros modelos más profundos, de estas raíces brotan el miedo y la alienación o
el amor y la confianza”. (Suzanne Arms)

***Agradezco profundamente a Leonie y Andrea el haber puesto toda su sabiduría
y conocimiento al servicio de mi bienestar y el bienestar de mi bebé. De habernos
acompañado en esta gran travesía y entregado todo para no sólo arribar a puerto
seguro, sino haber hecho de este proceso un disfrute total donde he crecido en
diversos planos. Son una fuente de inspiración poderosa para mí. Las quiero con
todo mi corazón. ¡Gracias por tanto!

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