Mi historia con Leonie empieza hace muchos años, desde cuando yo tenía 7 años. De hecho la primera placenta que vi en mi vida fue la que alimentó a su segunda hija Naomi, quien nació en mi casa en medio de la locura de una familia de 7 hijos.
Leo, atendió 4 de mis 5 partos. El primero, tuvo que ser en la clínica pues mi hija venia al mundo con un problema en el corazón. Agradezco, entre otras cosas que esta hija me enseñó, la oportunidad de haber experimentado un parto institucionalizado, haber sentido la incomodidad de los monitores, las agujas, los espacios compartidos con mujeres desatendidas, la gente desconocida, la luz abrumadora de la sala de partos, las piernas atadas. En fin, todas esas cosas que hacen de una experiencia tan hermosa y sagrada, algo invasivo y hasta traumático en algunos casos.
Leonie, fue en mis partos, una silenciosa, respetuosa y paciente guardiana de la seguridad y la tranquilidad de los nacimientos de mis hijos. Tranquila, me dejó trabajar a mi propio ritmo. Observando, sin perturbar. Y en el momento que se necesitaba de meter las manos, más allá de la manera gentil con que recibió a mis hijos. Determinada y acertadamente intervenía. Recuerdo en el parto de Mateo, mi 3er hijo, que nació con dificultades para respirar pues tenía enormes cantidades de mucosidad en las vías respiratorias, como Leonie, sin titubear liberó el paso del aire, tras una magnífica maniobra de succión con una manguerita de suero. No sin antes darle a Mateo la oportunidad de intentar botar el moco solo, con distintas posiciones, con un poquito de tiempo. Yo estaba tranquila, Mateo estaba ahí, conectado todavía a su cordón que seguía pulsando, y Leonie estaba a cargo. Nada que temer.
He tenido, en esta larga historia que mantenemos, el privilegio de trabajar con ella por algunos años. Hemos atendido varios partos juntas y he aprendido de ella, además de algunas recetas mágicas y tácticas para tal o cual situación en el parto. La maravillosa capacidad de escuchar mi instinto para tomar determinadas decisiones, en ciertos momentos. Tomando todas las medidas del caso, para asegurar el bienestar de la mamá o el bebé, escuchar mi instinto en el momento preciso, es algo que agradezco haber aprendido, y agradezco que lo haya hecho en el momento que fue necesario en el parto de Mateo y en varios otros en los que la he acompañado.
Ya no trabajamos juntas por diferentes motivos, entre ellos, mis 2 hijas menores, de 2 años y de 9 días. Pero esto de alguna manera ha interrumpido el aprendizaje y la garantía de que tendremos cada vez más parteras atendiendo el parto de nuestras hermanas, amigas, de nuestras hijas. En donde vivo, en el Valle sagrado, en Cusco, no hay, o por lo menos no conozco más parteras capacitadas para enfrentar situaciones de riesgo en el parto. Es una lástima que la posición del sistema de salud en nuestro país, no solo no apoye este valiosísimo trabajo, sino que por el contrario lo desmerezca y persiga.
Agradezco desde lo profundo de mi corazón que alcancé a ser atendida por una partera del calibre de Leo. Y rezo desde lo más profundo de mi corazón que sus enseñanzas se repartan y que mis hijas tengan la oportunidad de tener a sus hijos en sus casas, llenos de amor y respeto, rodeadas de las personas que quieren y con una partera con capacidad y criterio.